martes, 14 de julio de 2009


Sentir como la tinta se desprende gota a gota, por la lapicera azul claro; que envuelve los renglones rayados de este cuaderno aún no carcomido por el tiempo, todavía el musgo no lo convirtió en libro antíguo y oxidado, dónde sólo los pensamientos prevalecen; donde la piel cobra vida, cuando las líneas despiertan de su incansable sueño de estar acostadas y marginadas, espererando ser usadas por un posible autor que repara sus baches literarios en su mente, decodificando tiempo y espacio; cuerpo y mente; oscuridad y espirítu...
Vida!, es lo que me ofrecen estos cortometrajes enigmáticos sensibles que afloran como ideas desde mis órganos internos hasta las extremidades de mi ser, (brazos y precisamente manos) y dedos que saben la dialéctica corporal intrínseca de los movimientos y sus coordinaciones nerviosas.
Morder con los ojos, la transmisión de sentidos más allá de una realidad, que a veces me vuelve extrangera (ya que no puedo valorar cada detalle cotidiano).
Como la luz intravenosa que marca fases terrenales y personales.
Como el cálido y aprendiz rayo de la luz lumínica, que me envuelve en su manto dorado, exclamándome con alegría que suba mis brazos y respire profúndamente, como si fuera eternamente, o como si sólo me quedara en la eternidad de la palabra literal, oliendo su aroma.
En donde el tiempo nunca fue tiempo, sino una creación cultural inmantada desde una raíz personal, agrandándose y luego individualizándose, haciéndose un microcosmos; una matriz pequeña que disminuye como si me mostrara su potencial de nacimiento.
Como si el fín fuera iconológicamente la luna, y la raíz, el sol.